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Egypt April 15, 2006 english

Posted by Belle in : Egypt , trackback

Liz, Dio, Teo, y yo fuimos en avión a Egipto desde India. Tras escuchar lo peligroso, desagradable y largos que a veces son los viajes remontando el Mar Rojo, opté por evitarlo. Así­ que mientras Wences, David, Ricardo, y Christian, un viejo amigo de Wences de Esquel, recorrí­an a los vómitos el Mar Rojo, esquivando piratas y navegantes en yate demasiado ansiosos, nosotros nos í­bamos a asolear en El Gouna Club Med.

Bueno, por lo menos ésa era la idea. Luego de 22 horas de viaje, llegamos a la recepción de El Gouna Club Med, cargando con nuestros varones agotados, para encontrarnos, no con una cara simpática o buen servicio, sino con una falta total de servicio y ayuda. Al dí­a siguiente nos informaron que este Club Med no tení­a servicios para niños salvo la piscina para chicos. Fui a probarla y el agua estaba tan frí­a que no podí­a ni pensar en meter más que un dedo del pie. Cuando pregunté si me podí­an ayudar a encontrar una niñera en la ciudad, me dijeron básicamente que no conocí­an ninguna y que no me iban a poder ayudar. También hací­a un frí­o de morirse. Aunque eso no era impedimento para el ambiente de levante junto a la piscina. Supongo que el Club Med El Gouna es donde muchos jóvenes europeos vienen a encontrar pareja, aunque sea por un fin de semana. Así­ que al dí­a siguiente, después de ser testigo de dos empleados que se gritaban y tiraban cosas el uno al otro, decidí­ que era hora de irnos del Club Med.

Nos mudamos al Sheraton Miramar donde quedamos felices con el servicio y la atmósfera agradable. Habí­an montones de niños, jaulas para trepar, y un club donde Dio podí­a conocer a otros chicos y participar en diversas actividades. La cosa iba mejorando. Yo estaba esperando ansiosa la llegada de mi hermana que vení­a de visita.

Habí­a notado que Theodore habí­a perdido el apetito desde que llegamos a Egipto. Al principio pensé que quizás le estaban saliendo los dientes, y como no tení­a ningún otro sí­ntoma, no me preocupé. Después le vino diarrea. Cuando pedí­ un doctor, me recomendaron el hospital. Yo trato de evitar los hospitales salvo que sea absolutamente necesario, así­ que cuando un maletero me llevó a un costado y me dijo que su bebe tení­a el mismo problema con frecuencia y que le gustarí­a darme un poco del mismo remedio que le daba a su hijo, acepté. Durante tres dí­as Theo no tuvo diarrea. Pero todaví­a no estaba comiendo bien. Pasé dos dí­as sólo intentando que comiera y durmiera. Aunque me preocupaba, estaba contenta de que todaví­a amamantaba bien.

Al dí­a siguiente fui en un convoy al Cairo a levantar a mi hermana del aeropuerto. Aparentemente, desde el atentado en 2005 en Sharm El Sheik, por motivos de protección se exige que los turistas viajen en convoy. Me dijeron que llevarí­a cuatro a cinco horas. Llevó seis. Me daba tanta lástima mi hermana, después de viajar todo ese tiempo, tener que estar varada en el aeropuerto, sin saber si yo iba a llegar o no. Cuando nos vimos lloramos, lo que pareció molestar mucho al conductor. Antes de venir, mi hermana habí­a estado muy enferma. Su doctor pensaba que quizás tuviese mononucleosis y sugirió que no viniese. Pero con lo baquiana que es, por supuesto que vino. Nos pasamos charlando durante todo el viaje de vuelta.

Esa noche Theodore empezó a vomitar. A la mañana siguiente llevé a Dio y a Theo al hospital. Dio también tení­a diarrea, pero no vomitaba. El médico de la sala de emergencia sugirió que los dos se quedaran en el hospital durante unos dí­as, con una sonda intravenosa, para evitar que se deshidratara. A esta altura Theodore vomitaba cada vez que amamantaba. Estaba deshidratado. Yo sabí­a que se tení­a que quedar, pero no creí­a que fuese necesario que Dio se quedase. Por lo visto les resultó muy extraño que yo no hiciese caso a su sugerencia, pero lo mandé de vuelta a Dio con Liz, y Liz se ocupó muy bien de volver a hidratarlo. En dos dí­as estaba bien.

Theodore fue otra historia. Pasé tres dí­as muy asustada. Parecí­a que nada funcionaba. Podrí­a contar tanto sobre esos dí­as, pero no tengo ganas de entrar en el tema. Habí­a unas enfermeras fantásticas, un doctor estupendo y un hermoso bebe, Theo, que sonrió todo el tiempo. Mi hermana pasaba las mañanas en el hotel con Dio, haciendo cosas divertidas de tí­a, y después se vení­a conmigo al hospital. Me alegra tanto que haya estado para apoyarme. Me dio todo el amor y respaldo que podrí­a necesitar en una situación como esa. De verdad no puedo imaginarme cómo hubiera sido sin ella. Pasamos horas charlando sobre todo tipo de cosas. Me ayudó a mantener la cordura. Entonces, justo cuando Theodore se estaba mejorando, se enfermó ella. Por lo menos ahora sabí­amos que era un virus. Nadie parecí­a saber lo que era. Pero los turistas pasaban por la otra cama de la habitación sin parar. Los doctores decí­an que era un cambio de clima. Pero una hospitalización parece un poco demasiado para un cambio de clima. Por lo menos para un adulto, pero qué sé yo. Por suerte no habí­a nadie en la otra cama cuando mi hermana se enfermó y tuvo que pasar la noche en el hospital.

Debe haber sido la peor vacación de su vida. Habí­amos organizado un paseo a Cairo y Luxor, que hubo que cancelar. Los sueños de bazares y pirámides, el templo de la Reina Hatsepsut, se desvanecieron. A gatas pudimos ir al centro de El Gouna. Y enseguida tuvo que volver a subirse a un avión y viajar de vuelta a Nueva York. Estoy deseando que llegue el dí­a en que pueda resarcirla de alguna forma. Quizás tengamos que volver a Egipto.

Nunca me voy a olvidar lo extrañamente fantástico que fue ver al Simpática entrar navegando a El Gouna. Liz fue quien la avistó. Estábamos almorzando en la playa, esperando. Fuimos corriendo por la playa hasta donde pudimos para darles la bienvenida, sacudiendo los brazos una y otra vez. Me emocioné un poco a medida que se acercaba el barco. Hací­a tanto que estábamos esperando. Yo sabí­a que la tripulación del Simpática estaba fí­sicamente agotada, y yo me sentí­a agotada emocionalmente, así­ que nos alegró mucho volver a reunirnos.

Poco después de la llegada del Simpática a El Gouna, Wences nos organizó un paseo maravilloso. Fuimos al Cairo, vimos las pirámides, los museos, las mezquitas y los bazares con Christian, y disfrutamos de la comida. Cairo tiene cosas impresionantes que ofrecer, pero los egipcios parecen ser los únicos que no se lo creen. El museo del Cairo tiene algunas de las piezas más impresionantes que he estudiado en todas mis clasecitas de historia del arte, pero la forma en que se exhibe es tan displicente. Precisan rehacer el museo por completo. Necesitan un edificio cuatro veces más grande, y presentar información bien redactada en diversos idiomas junto a las principales obras de arte. Tal como está ahora, te tropezás con piezas importantes, y no hay información alguna. Nuestro guí­a, aunque era un personaje interesante, parecí­a haberse topado con su carrera porque le gustaba la gente, y no debido a su pasión por la historia del arte egipcio.

Las pirámides, que por supuesto es algo que todo el mundo debe ver, fueron un poco decepcionantes. Eso, aparte de la experiencia altamente claustrofóbica de subir a la fuerza por una rampa oscura, angosta y totalmente apretujada. Habí­a carteles que decí­an que estaba prohibido usar cámaras fotográficas, pero la gente les daba un dólar a los guardias y sacaban fotos por todos lados. Algunos decí­an con tono desafiante que no estaban usando sus cámaras, que lo que estaban usando eran sus teléfonos. Lo peor fue ver gente serruchando pedazos de la piedra de las pirámides y guardándoselos en el bolsillo. En lugar de respeto mutuo, parecí­a haber una actitud de falta de respeto mutua. Los turistas no tení­an respeto alguno por los monumentos, y los guardianes de estos tesoros antiquí­simos tampoco. Los turistas querí­an algo para mostrarle a sus amigos y vender en Ebay, y los guardias querí­an dinero para comprar sus cigarrillos. Era una vergí¼enza. Antes de ir al Cairo me habí­a escandalizado al enterarme de que mi pieza favorita de arte egipcio, el famoso busto de Nefertiti, habí­a sido robado del paí­s y puesto en exhibición en Alemania. No lo podí­a creer. No podí­a creer que la comunidad internacional no exigiera que se devolviese a sus dueños legí­timos. Pero hoy, tras ver la forma en que tratan estas cosas en Egipto, voy a dejar de quejarme sobre Nefertiti, sabiendo que por lo menos está bien cuidada.

La siguiente parte de nuestro viaje fue en uno de los barcos llamados dahabiyya, bajando por el Nilo a Aswan, Abu Simbel, Com Ombo, Selsela, Edfu de noche, hermosa Edfu, El Kaab, y Luxor. El barco era hermoso y con una tripulación muy amable. Todos se portaron fantástico con los chicos, y en general se esforzaron por adaptarse a nuestras necesidades. Aparte de ver todos los monumentos impresionantes, que ahora no puedo describir porque los tengo todos un poco mezclados en la cabeza, fue un placer desplazarnos flotando lentamente por el Nilo. Parece como que la forma de vida de la gente junto a ese rí­o no ha cambiado en siglos. Era como mirar un programa reality sobre la Biblia desde la ventana de nuestro dormitorio. Vimos niños con atuendos musulmanes tradicionales que transportaban todo tipo de plantas, pedazos de madera, comida y agua; pequeñas aldeas con casas de aspecto primitivo. La tierra parecí­a tan fértil, tan buena para la agricultura. Dio tuvo oportunidad de conocer a algunos de esos niños y de jugar con ellos. Eran todos muy amables y lo cuidaron bien. Creo que para él andar en burro debe haber sido la experiencia más memorable.

Poco después de volver de nuestro paseo, Wences y yo salimos corriendo, él a una de sus reuniones de negocios y yo a un reencuentro fantástico con mi familia en San Francisco. Aunque la reunión fue extremadamente corta, disfruté mucho de verlos a todos. También estuvo bueno verlos sin los varones. Pude convertirme nuevamente en una niñita por unos dí­as, en lugar de pasarme todo el tiempo preocupándome por los varones. Sin embargo, cuando nos fuimos hubo otro atentado terrorista en Egipto. Al principio no sabí­amos dónde habí­a sido, sólo que era en un centro turí­stico. Bueno, El Gouna es eso mismo. Una ciudad levantada del polvo solamente para turistas. Nos imaginábamos el Simpática, llena con nuestra invalorable carga, nuestros bebes y nuestros amigos Liz y David, y nos sentimos tan lejos. Tan impotentes. Poco después descubrimos que los atentados fueron en Sharm El Sheik, al otro lado del Mar Rojo. Esos pobres egipcios. Esos pobres turistas. Pero nos alegramos tanto de que nuestra familia estuviese a salvo.

Ahora cuando hablamos de Egipto, Wences dice que no tiene ganas de volver, pero yo sí­. Es cierto que la gente puede ser agresiva y desagradable, pero para mí­ estar parado en la cuna de la civilización igual vale la pena. Y aunque los egipcios no cuiden las cosas como nos gustarí­a, me alucinó y me inspiró a aprender más sobre la historia y cultura egipcia.

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