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Riung August 14, 2005 english

Posted by Belle in : Riung, Indonesia , trackback

Llegamos a Riun al principio de la tarde. Qué hermoso lugar para llegar navegando. Hay un montón de islitas por todos lados. Montañas elevadas, bosques de palmeras muy altas y elegantes, con una vegetación muy exhuberante a nivel del mar y más seco en las montañas. Wences y yo fuimos a hacer una caminata por el pueblo. Ricardo se quedó a cuidar a Dio, que inmediatamente fue bombardeado a abrazos cuando nos bajamos del bote. Nos recibieron con un apretón de manos y otro hermoso chal hilado a mano. Creo que ahora tengo por lo menos tres. Son todos tan diferentes y tan hermosos. Wences y yo caminamos por la calle principal, un pueblo muy chico. Una calle pavimentada, la otra de tierra. Las casas cerca del mar están construí­das sobre palafitos. Hay pollos y cabras deambulando por todos lados. Los chanchos están en sus corrales cerca de la calle. Los lugareños nos saludaban desde afuera de sus casas con una sonrisa. Siempre dicen “Hello Meeeester, hello meeeesus.” Los niños se acercan y te empiezan a hablar en inglés. “Gracias por venir,” nos dijo una nena. “Es un placer conocerlos,” nos dijo un niño con una sonrisa hermosa. Todos te quieren hablar. Ojalá pudiera hablar con todos, pero no puedo. Así­ que sonrí­o. Trato de darles a todos una muy buena sonrisa. Acá sonrí­en durante un tiempo larguí­simo. Sonrisas que incomodarí­an a la mayorí­a de los occidentales, porque nuestras sonrisas son tan cortas, como una palabra. Esta es mi sonrisa que dice “hola, un placer conocerte” o “soy una buena persona pero no puedo hablar contigo”. O “disculpá, estoy muy ocupada.” Sus sonrisas son más como sentimientos. Sus sonrisas me recuerdan el primer dí­a de clases cuando todo parece tan nuevo y fascinante y te morí­s de ansiedad por todo, querés zambullirte como si todo fuera una hermosa agua transparente con pescados que brillan desde el fondo. Parece un cliché, pero es verdad. Esta gente es más pura en sus intenciones. Son más abiertos, por lo menos hasta cierto punto. Y nada pone esto más en evidencia que nuestros hijos Dio y Theodore. No puedo dejar de maravillarme ante lo diferente que serí­a nuestra percepción de estos lugares si no estuviésemos acompañados por dos hermosos niños.

Encontramos una pequeña feria al aire libre donde vendí­an más telas ikat y algo de ropa. También tení­an una preciosa camisa hecha con tela ikat. Wences estaba buscando una de ésas desde Kupang. Aunque encontramos mucha tela ikat en Alor, no habí­a nadie dispuesto a hacernos una camisa con la tela. Nos parecí­a un poco extraño, porque todos los hombres las usaban. Obviamente, alguien las HACIA, pero no en Alor. Wences se probó esta y le quedó perfecta. “Esta camisa la usa sólo gente muy importante. Sólo un vicepresidente, alguien así­ usa esta camisa,” nos dijo uno de los dos tipos encargados del puesto. A Wences le quedaba perfecta. Le daba un aspecto muy distinguido. “¿Cuánto?” preguntó Wences. Se pusieron a hablar entre ellos en indonesio. “Esta camisa cuesta 500.000 (US$50).” Wences y yo nos miramos. Era un poco caro. “De ninguna manera. Compramos un ikat por 100.000 en Alor. No deberí­a costar más de 200.000.” El que hablaba inglés se dirigió a su amigo y le tradujo. “Bueno, sabés lo que dicen, en cada campo la langosta es diferente.” No pude contener una sonrisa. Sabí­a que esa frase estaba destinada a convertirse en uno de nuestros dichos habituales. Wences le agradeció al tipo y empezamos a irnos. Por supuesto que yo, muy tarada, no me dí­ cuenta de que era todo una estratagema. Wences revisó el dinero que tení­a en su clip. Sólo tení­a 200.000 rupias (US$20). “Disculpa!” El de la langosta vení­a corriendo atrás nuestro. “Mirá, estamos dispuestos a conversar sobre esto. ¿Cuánto estás dispuesto a pagar por esta camisa tan importante?” Sin pestañear, Wences dijo “10.000”. El tipo de la langosta parecí­a insultado. Wences empezó a caminar de nuevo. “¿Qué tal 400.000?”
“No, eso es demasiado”, dijo Wences y empezó a caminar de nuevo.
“Bueno, qué tal 300.000?”
“Sólo tengo 200.000″. Los dos tipos se miraron entre sí­, un poco decepcionados.
“Mirá, necesitamos el dinero. Hoy es nuestro último dí­a acá y no hemos vendido mucho, así­ que en vista de estas circunstancias, estamos dispuestos a aceptar tu precio”.

¡Y ése es el arte de la negociación!

Al dí­a siguiente habí­a un paseo organizado a la playa. Estábamos un poco cansados de los eventos organizados del rally, desplazándonos como una manada de ganado por toda Indonesia, pero decidimos ir. Qué playa tan hermosa. Todos nos subimos a un montón de botes de pesca y anduvimos menos de media hora hasta llegar a una isla divina. Prepararon una comida deli, con unos pedazos de una carne no identificada super picante y envuelta en hojas y unos paquetitos de arroz con leche de coco envueltos en unas canastitas hermosas de hoja de banano. Justo al lado de la playa habí­a un buen lugar para hacer snorkel. Era la playa perfecta para Dio porque era muy llana. Jugó en el agua con todo el mundo y descubrió una estrella de mar. Ahora cualquier cosa que tenga forma de estrella es una estrella de mar.

Yo no habí­a pasado tiempo con la gente del rally en un entorno tan informal, y me alegró conocer algunas caras nuevas. Mientras estaba amanantando a Theo en un lugar a la sombra, un grupo de ellos se mudó a donde yo estaba para salir del sol. No pude evitar escuchar su conversación. Estaban hablando con un tipo llamado Noen que habí­a estado viajando con el rally, promocionando el turismo en Langkawie, Malasia. Les estaba contando sobre todo tipo de ofertas de aerolí­neas, paquetes de hotel, alquiler de autos, todo era super barato y sonaba fantástico. Pero no habí­a forma de satisfacer a este grupo de marinos jubilados americanos. Seguí­an haciendo más y más preguntas, incluso sugiriendo que las ofertas de avión debí­an ser tan buenas porque los aviones eran de la segunda guerra mundial. Noen, que es malayo, finalmente se hartó, y sin perder los modales, les dijo “No somos monos en la jungla, sí­ tenemos aviones en Malasia.” Estaba tan avergonzada que me alejé caminando, queriendo no escuchar más de esta conversación. Encontré a Dio coqueteando con una alemana de 30 años en el agua cerca de la orilla. Este tipo va a ser terrible cuando sea adolescente. Ya tiene a las mujeres haciendo fila. Como dice con su acento neozelandés, “¡Oh queridah!”

Esa noche me quedé con Theo mientras todos salieron a festejar el cumpleaños de Liz. Después vino gente a tomar y picar algo. Estuvo bueno conocer otra gente del rally. Eran todos tan agradables. Muchas parejas de jubilados americanos. A todos les pregunté sobre sus vidas, que me resultaron fascinantes. Todos están navegando desde hace años y tienen montones de cuentos para contar. A primera vista algunos no parecen ser los trotamundos valientes y de mente abierta que son. Pero después de un rato te das cuenta que todos tienen historias interesantes para contar. Podrí­a haberme quedado escuchando durante horas. Incluso dí­as, de tantos cuentos que tení­an.

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