Miami To Panama May 20, 2004
Posted by Belle in : Miami to Panama , trackbackVivir en el mar
Salimos de Miami a las 6 de la tarde hacia Puerto Lucaya.
Navegar rumbo norte con 15 nudos de viento de frente, cruzando la corriente del Golfo, hizo que nuestros primeros dos días fueran difíciles e incómodos. Dio tenía una fiebre que lo hacía despertarse de noche, y el ruido de las olas estrellándose contra el casco, y los movimientos violentos y bruscos de Simpatica que navegaba contra el viento y las olas lo mantenían despierto. Era un poco difícil acostumbrarse a los turnos de guardia. Glenn y Penny hacían guardia durante cuatro horas y después Wences y yo los relevábamos. Me sentía mareada, pero me cuidé de controlarme lo máximo posible así que no llegué descomponerme. En el radar aparecía un número considerable de cruceros y barcos grandes. Wences vigiló un rato, y después me tocó a mi. Como nunca antes había usado un radar, en cuanto aparecía algo en el radar entraba en pánico y decía ¡WENCES, NOS DIRIGIMOS DIRECTAMENTE HACIA ESA COSA ENORME! Así que me explicó que cada círculo representaba dos millas y que esa COSA ENORME contra la que nos estábamos estrellando de hecho estaba a ocho millas de distancia. UPS. Ahí Wences se volvió a dormir y yo quedé mirando el radar, de vez en cuando caminaba hacia afuera (No te preocupes Mamá, de noche usamos arneses atados al barco, así que si nos caemos no nos perdemos para siempre, sino que hacemos un paseíto de esquí acuático atrás del barco). De vez en cuando veía unos puntitos en el radar, que aparecían y desaparecían muy rápido, y esta vez ESTABAN JUSTO ENFRENTE DEL BARCO. Volví a entrar en pánico y desperté a Wences, para mostrarle lo que sólo podían ser extraterrestres que invadían desde las profundidades del mar, en lugar del cielo. Esos malditos, pensaba para mi, ¡quién iba a esperar que aparecieran desde ABAJO! Segura de que estaba salvando a Simpatica de una grave catástrofe, le mostré a Wences mis pruebas de la existencia de extraterrestres. Se levantó del sillón, miró el radar, y dijo ¡Esas son las olas justo en frente nuestro!. Y se desplomó nuevamente. ¡UPS! Por lo menos estaba prestando atención, me dije. Las primeras dos noches fueron un encuentro con la realidad de vivir en un barco que de hecho SE MUEVE en lugar de estar en la marina, inmóvil.
Día Dos
Llegamos a Port Lucaya a las 3PM. Estuvimos ahí lo suficiente para pasar por la aduana, comprar hielo, y nada más.
Día Tres
Llegamos a Allan\’s Cay en las Exumas. Justo cuando empezaba a cuestionarme por qué estábamos haciendo esto, la fiebre de Dio desapareció y anclamos en un lugar solitario y hermoso justo al lado de una isla diminuta y deshabitada. Bueno, debería aclarar que no vive GENTE en la isla. Glenn nos dijo a Wences y a mí que habían muchas iguanas en la isla y que cuando la gente baja, las iguanas salen a ver si les trajeron lechuga, que les encanta. Como Sofía no sabia nada de esto, Wences, el bromista de siempre, le dijo a Sofía que trajera toda la lechuga que se estuviera poniendo mal a la isla, donde las tiraríamos de regalo a los preciosos pajaritos. Sofía juntó todo y salimos en el chinchorro. Cuando llegamos, Wences le ordenó a Sofía llevar las lechugas cerca de un árbol relativamente alto, más tierra adentro. Todos veíamos una iguana ENORME junto al árbol, y esperamos a que Sofía viera a la bestia. Caminó tranquilamente al lado del monstruo, sin ver nada, le dijimos que dejara ahí la lechuga, justo antes de llegar al árbol, pero dijo que la iba a llevar hasta el árbol. Justo cuando estaba dejando la lechuga en el suelo, de la nada aparecieron docenas de iguanas más chicas para devorarse las hojas de lechuga. Nunca he visto a nadie tan asustado. Pegó un grito, tiró el plato y salió corriendo. Pero para ese entonces estaba rodeada de iguanas, así que para cualquier lado que corría, había una iguana corriendo hacia ella. Para cuando consiguió llegar al chinchorro, nos estábamos muriendo de risa. A Sofía le llevó un rato recuperar el aliento, pero lo tomó todo muy bien. Nos quedamos un rato en la isla mirando las iguanas y tratando de hacer que Dio caminara en la arena. La pendiente le resultó un poco demasiado, pero nos dimos un buen baño en el agua tibia, clara y celeste. Dormimos profundamente, sin guardias, simplemente un sueño pacífico.
Día Cuatro
Nos enteramos de que el tiempo no era propicio para una navegación larga. El viento en nuestra área superaba los 25 nudos, y nuevamente venía del noreste. Decidimos hacer tramos más cortos y esperar que pasara el frente. Resultó ser una tormenta fuerte. Sólo en Haiti murieron 900 personas por las inundaciones.
Día Cinco
En la mañana Wences y yo fuimos a hacer snorkel a un arrecife cerca de donde estábamos amarrados. Hacía tiempo que no hacía snorkel, casi fue como si lo hiciera por primera vez. Siempre me sorprende cómo vas paseando en el botecito paseando la vista por la superficie del agua, y de repente ves algo que parece un montón de rocas un par de metros bajo la superficie y cuando te ponés el equipo y mirás, te encontrás con un hermoso y animado ecosistema con toda clase de peces coloridos. Mi pez favorito por el momento es el pez angel reina. Nos quedamos cuanto pudimos y volvimos a Simpatica para un almuerzo rápido y delicioso que preparó Sofía, y salimos navegando hacia Wardwick Cay. Justo antes de llegar nos encontramos con un pequeño bote de pesca. Dos tipos vinieron hacia nosotros sosteniendo un par de langostas ENORMES. Compramos cuatro preciosas langostas frescas por treinta dólares y una Corona. La cerveza parece ser un valioso elemento de canje por acá. Más tarde, después de comer la langosta, nos acordamos de que no estamos en temporada de langosta. ¡Pero alguien tenía que comérselas!
Wardwick Cay es un parque nacional. Un fondeadero precioso. Cerca de nuestro barco habían tantos tonos diferentes de azul, que parecía un cuadro. Visitamos la sede del parque que no es mucho más que una cabañita de madera en la cima de un pequeño montículo. En la costa nos vinieron a recibir dos perros grandes y viejos. En breve retornaron a sus siestas en la sombra. La sede del parque tenía algunas descripciones de peces locales, y una señora menudita y tímida, muy ocupada archivando papeles. Un ruiseñor de Baja se acercó a la cabaña mientras estábamos sentados en el porch que circundaba la cabaña y se cantó todo. La señora me contó que la llama Cathy la dicharachera. No es un pájaro lindo de mirar, pero tiene un canto precioso. Volvimos al barco, y unos pajaritos diminutos de pecho amarillo con una crestita blanca y gris aterrizaron en la mesa mientras almorzábamos. Sacamos un poco de azúcar y volaron a la mano de Sofía, devorando todo el azúcar que les permitían sus piquitos angostos. Por temor a darles un infarto, limpiamos el azúcar. Se quedaron, comiendo migas de pan, cualquier cosa que encontraran, los pequeños cazadores de migas. A la tarde llevé a Dio de vuelta a la playa, con la esperanza de recordarle la sensación de caminar, pero nuevamente la pendiente de la arena desde el agua hacia arriba lo superó. Nadamos un poco y Dio barrenó su primera ola, por supuesto que sin querer. No te preocupes Mamá que el agua no llegaba a 10 centímetros. Le gusta sentarse donde rompen las olitas porque le dan un revolcón divertido.
Día Seis
Llegamos a la isla Bell: La isla Bell resultó muy diferente. Muchas islitas chiquitas con arbustos. De alguna forma a Sofía y a mí nos recordó de cómo nos imaginamos que debe ser Nueva Zelandia. Queríamos asegurarnos de que Sofía hiciera snorkel porque nunca lo había hecho. Wences y Glenn encontraron el arrecife que la señora del parque nos había recomendado como muy bueno, y volvieron a confirmar el informe. Wences nos llevó a Sofía y a mí en el chinchorro. Tuvimos un lindo paseo de 10 minutos por las islitas. Amarramos el chinchorro a una bolla junto al arrecife y nos zambullimos. Fue fantástico. Cientos de peces sargento, esos pescaditos blancos con rayas negras y amarillas, pululaban a nuestro alrededor, curiosos, y probablemente buscando comida. A poca distancia nos seguía un pez ballesta azul, observándonos. A medida que nadamos más lejos, hacia la diminuta islita rodeada de arrecifes de coral, fui viendo todos los tipos de peces que he visto en mi vida, pero en un área muy chica. Era como una exposición en vivo de nuestro libro de buceo. A Sofía le encantó. Mientras estaba siguiendo un pez angel, de repente me atacó un cardumen de peces sargento. Un par hasta me mordisqueó, suavemente por supuesto, pero de todas formas fue un poco alarmante. Me imaginé que un cardumen de pececitos como esos podía realmente comerme si realmente lo quisieran. PLOP. De repente cayó un pedazo grande de pan justo enfrente mío. Saqué la cabeza del agua, y me encontré con que Sofía tiraba grandes pedazos de pan hacia mi, muriéndose de risa. Su venganza, supongo.
Día Siete
Staniel Cay: Justo cuando creímos que habíamos malcriado a Sofía con el mejor buceo de las Bahamas, encontramos LA CAVERNA. Ahuecada por años de agua con un agujero grande que dejaba brillar el sol hasta el centro de la caverna, LA CAVERNA es un lugar muy divertido para hacer snorkel. Wences y Glenn pueden bajar hasta el fondo y acercarse realmente a los peces. Yo todavía estoy intentando aprender cómo hacer eso. Bajo un poco y empiezo a sentir que mis oídos están a punto de explotar, y aunque me aprete la nariz y sople, igual siento que mis oídos están al borde de la explosión. Ahí empiezo a flotar hacia la superficie porque he estado tan preocupada por los oídos que me olvido de usar las patas de rana. Espero agarrarle la vuelta uno de estos días porque me encantaría quedarme en el fondo y mirar a los peces masticando el coral. Se puede escucharlos comiendo y comiendo. Hacen un crujido fuerte, como si estuvieran comiendo chips. Esa noche tuvimos nuestra primera salida nocturna. Fuimos a un restaurante chico en la costa donde había que llamar por adelantado a avisarles cuánta gente iba y qué querían. Creo que tuvieron que salir a pescar de vuelta después que los llamamos.
Cuando llegamos el bar estaba lleno con unos cuantos señores americanos mayores que parecían que habían pasado todo el día en sus bancos del bar. Todos trataban de hablar con Dio y él los miraba como si fueran unos monstruos escabrosos levantados de la tumba. Qué chico vivo. Al poco tiempo de llegar, tocaron una gran campana y todos los turistas aparecieron de los barcos y de entre los arbustos, vestidos como corresponde con ropas de ¡vacaciones! y se dirigieron en manada a sus mesas. El mahi mahi estuvo realmente bueno, con una salsa picante muy rica. Dejé que Dio comiera las arvejas y el arroz, lo que disfrutó un ratito. De repente parece que se dió cuenta que ya no estábamos más en el barco y le vinieron ganas de explorar. Me arrastró a una mesa de gente de Nueva Zelandia. Una de las seis señoras estaba embarazada de seis meses. Se le iluminó la cara de alegría mientras miraba a Dio. Su marido era muy dulce y enseguida se hizo amigo de Dio. Nos costó llevárnoslo de la mesa. Después se fue al bar donde le sonrió a un par de clientes del lugar, que asentían con la cabeza y lo saludaban cariñosamente, dejándole espacio, en lugar de los americanos que enseguida se le iban encima. Dio ha aprendido a decir no. Sacude la cabeza violentamente con una expresión muy seria cuando algo no le gusta (y a veces simplemente cuando tiene ganas de afirmar su independencia, te suena conocido, Mamá?) Cada vez que un americano borracho venía a hablarle, él sacudía la cabeza. Si intentaban tocarlo él sacudía la mano muy rápido enfrente de su cara, golpeando toda mano o dedo que se aventurase dentro de su espacio. No pude aguantar la risa. Los marineros borrachos se hacían los que no estaban ofendidos mientras se tambaleaban de vuelta a sus bancos en el bar. Luego Dio salió caminando para afuera hacia la marina, fascinado con la luna y las estrellas. Me dí cuenta que en general él se va a dormir antes del anochecer, así que nunca las había visto, o por lo menos no desde que tenía un par de meses. Esa noche aprendió a señalar con el dedo. Apuntaba a la luna y decía algo que sonaba a jugo. Parece ser su palabra para todo lo que le gusta.
Esa noche pasamos navegando por Long Island. Podía ver las luces del lado de estribor y me imaginaba que veía nuestra casa en Dune Road y que todos estaban sentados en el living leyendo junto a la estufa (qué importa si es fin de mayo) con esas preciosas lámparas viejas que dan apenas luz suficiente para dar calidez a la habitación. Y no pude evitar imaginarme a Pele a los pies de Mamá. La guardia nocturna fue realmente hermosa. Ningún otro barco, un mar muy calmo, la temperatura perfecta. Fue la primera vez que navegué de noche y no tuve miedo. Una sensación realmente agradable.
Día Ocho
Crooked Island. Glenn y Penny han estado en
Crooked Island un par de veces así que decidimos darle un vistazo. La mitad de la población (que calculamos son unos cincuenta y pico) conoce y adora a Glenn. Parece que la última vez que estuvo ahí le arregló la máquina de lavar y un par de cosas más al pequeño resort. Dado que acá todo se rompe rápida y fácilmente debido al agua salada, y es realmente un bodrio y muy caro mandar cosas para acá, un tipo como Glenn es muy apreciado. Nos había contado sobre su amigo, DK, que se había instalado en la isla a fines de los 80 y abrió un pequeño resort. Nos contó que DK y su esposa Megan tienen la vista y casa más espectaculares que nos podíamos imaginar. Todos asentimos, pensando que probablemente habríamos visto una casa más linda. Cuando vimos la casa, nos dimos cuenta de que en el futuro más vale que confiemos en Glenn. Era una casa simple de dos pisos con unos dos mil metros cuadrados de palmeras y jardín al frente, con vista al océano. El faro se veía claramente, y a la puesta de sol, la luz era increíble. En la planta baja estaban la cocina y el living, que era lindo, con muebles de estilo “plantación” mezclado con cosas de cocina medio estilo Florida. Muy lindo, pero todavía no estaba convencida. En el segundo piso estaba el dormitorio. La cama estaba sobre una plataforma elevada en el centro del cuarto, una cama enorme con baldaquino con sábanas y colcha blancas, cortinas transparentes arriba y a los lados (no me acuerdo del nombre de esas camas, las SUPER románticas). Obviamente la cama es la principal atracción. La vista de la cama es hermosa. El sol justo se estaba poniendo, de cierta forma parecía irreal. Decidimos que definitivamente nos podíamos quedar un tiempo.
Más temprano habíamos ido a LA TIENDA que es más o menos del tamaño de un closet grande. Tenían comestibles – compramos jugo, pasta, gaseosas, harina, manteca, galletitas, y queso. La dueña de la tienda era muy dulce. Tenía puesto un gorro de baseball sobre el pelo negro laciado, atado tirante en una cola de caballo, una pollera larga y gastada con estampado de florcitas y una remera verde. Había venido a recibirnos en un carrito de golf cuando nos vió llegar en el chinchorro. Resulta que también es la dueña de la estación de combustible donde llenamos dos recipientes con nafta y luego nos llevó de vuelta al chinchorro.
Esa noche fuimos a cenar después de ver la casa de DK. La onda de ese lugar era fabulosa. Cuando llegamos habían algunos lugareños tocando música, hombres grandes bailando alegremente, algunos turistas que estaban hacía bastante pasando el tiempo con los lugareños, bromeando con los chicos. Era lindo de ver.
Todo el mundo parecía tan distendido y contento. Ninguna tensión entre los turistas y los lugareños. Conocimos a EL RASTA local que enseguida se hizo amigo de Dio. Le sonreía a Dio con cara de pícaro y le hablaba con voz de Pato Donald y a Dio le encantó. De hecho fue difícil llevarnos a Dio. Creo que se hubiera quedado con Rasta Man toda la noche. Le prometimos volver de mañana.
Día Nueve
Sofía hizo BUEN PAN. Dio encontró un juguete nuevo, mi billetera. Lo mantiene ocupado por lo menos durante diez minutos. Y finalmente estoy escribiendo todo esto, recordando los lugares donde hemos estado, deseando que nos pudiéramos quedar más tiempo acá en Crooked Island. Pero nos vamos a la isla Great Inagua donde vamos a hacer aduanas mañana y salir rumbo a Panamá.
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